Ya se hacía de noche, estábamos rodeados de médanos,sólo en la cara de mi padre se percibía alegría, subiéndonos a los médanos se podía ver a un kilómetro lo que es ahora el centro de Pinamar con sus luces(las únicas); en el camino sólo médanos y por supuesto el omnipresente sonido del mar.
¿El mar? esa fué nuestra guía ,una vez ubicada la playa que estaba oculta por los médanos supimos que si nos dirigíamos por ella hacia el norte estaríamos en pocos minutos en Pinamar. Eso hubiera sucedido si la arena de los médanos que cubría los caminos no hiciera enterrar las gomas de los autos 5 veces en el trayecto . Esto hizo que tuviéramos que descender del auto toda la familia, remover con nuestras propias manos la arena y empujar el auto, todo en la mas absoluta oscuridad.Luego de 2 horas en las que recorrimos solamente 1 Km llegamos a Pinamar,masticando arena, nos hospedamos en un hotel , comimos en el restaurant el Vasco y tratamos de comprender la sonrisa que aún permanecía dibujada en la cara de mi padre.
Eduardo Seoane
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